«5 panes + 2 peces» para aprender a compartir

LUIS SIERRA.- Compartir es vivir. Se trata de la acción más importante que el ser humano puede realizar, pues es la mayor representación de Caridad que existe a nuestro alcance, a primera vista. Y la caridad no es, sino el Amor que es Cristo, el Espíritu Santo y el mismísimo Dios Padre. Amar es, en verdad, la acción de dar. Se trata de algo tan sencillo como eso. Podemos observar esto en Mateo 6, 38-44:

Y Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y ved. Y cuando se cercioraron le dijeron: Cinco, y dos peces. Y les mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron por grupos de cien y de cincuenta. Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo, y partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran; también repartió los dos peces entre todos. Todos comieron y se saciaron.  Y recogieron doce cestas llenas de los pedazos, y también de los peces. Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.

¿Quieres, por fin, aprender a compartir como hizo el Amado con la escasa comida aquel día? ¿Estás dispuesto, dispuesta, a aprender a amar? Atento, atenta a estos cinco panes y dos peces que te presento a continuación:

Primer pan: No soy nadie

Se suele decir en los velatorios o funerales que “no somos nadie”. Se trata de una frase recurrente. Pero, ¿hasta qué punto nos damos cuenta de que es totalmente cierto, 100%? En el mundo hay más de 7.000 millones de personas. No somos nadie. Somos 1/7000000000… Además, La Tierra solo es una mota de polvo en el inmenso colchón al que llamamos Universo. Y, escucha, ¿quién dice que hay solo un universo? No somos nadie…

A veces… solo a veces… me olvido de que no significamos ni una hormiga a los ojos del nombrado universo. Todo lo contrario que para Dios, Padre y Amigo. Devolvamos un poco de lo que Él hace por nosotros aún sin ser nada, démosles la vida a los hermanos y hermanas.

Segundo pan: “…A mí me lo hicisteis”

El evangelio según San Mateo (25, 39-40) reza así:

» …¿Y cuando te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?» Respondiendo el Rey, les dirá: “En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.”

Vamos a intentar dar gracias a Dios de la forma en que más claramente podemos hacerlo: Vamos a devolverle a nuestro ritmo lo que hace cada día por nosotros dando lo que podemos a los demás… Si nos damos a nosotros mismos para nuestros hermanos -que son pobres, amigos, prostitutas, pecadores públicos, etc.-, nos estamos dando a Aquel que más nos quiere y a Aquel que más queremos.

Tercer pan: Amarle es causa y consecuencia

Amar a Dios, a Jesús y a nuestro querido Espíritu Santo es causa y consecuencia de amar a los demás. Porque, no lo olvides: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto”, dice el Señor, según Juan 4, 20.

Cuarto pan: Porque me da la gana

Dice San Josemaría Escrivá de Balaguer en Es Cristo que pasa, punto 148:


El Reino de Cristo es de libertad: aquí no existen más siervos que los que libremente se encadenan, por Amor a Dios. ¡Bendita esclavitud de amor, que nos hace libres! Sin libertad, no podemos corresponder a la gracia; sin libertad, no podemos entregarnos libremente al Señor, con la razón más sobrenatural: porque nos da la gana.

Y es que es cierto. La razón más sobrenatural que existe como causa a la hora de realizar una acción que dedicamos a Dios es que “nos da la gana”. Se trata de la razón más mágica, alegre y mística.

Quinto pan: Misericordia

El Papa Francisco sorprendió al mundo entero al elegir el año 2016 para el Jubileo de la Misericordia. Pero no en vano es el Papa que porta esta virtud como estandarte de toda una vida y de lo que corresponde a nuestro tiempo en los planes de una familia como esta, nuestra Iglesia Católica.

¿Cómo puedes aplicar esta idea -que tanto ha deseado y desea transmitir Francisco- en tu vida a la hora de perdonar a tu enemigo? No es fácil, pero tampoco difícil, si luchas por ser manso y humilde de corazón: Experimenta la alegría que te regala Cristo con toda la misericordia con la que te mira a los ojos desde esa Cruz que se inclina hacia ti, hacia mí. Coge toda esa energía, agarra bien el amor de Cristo y regálalo a tu amigo, a tu vecino, a tu madre, cuando, sin darse cuenta, te ofende en el amor propio.

Primer pez: Abnegación

¡Cuán maravillosa es la perfecta alegría que se siente cuando uno asume la muerte del amor propio y comienza a andar ese arduo camino en que consiste el morir, poco a poco, a uno mismo, en Cristo! No lo dudes, da el primer paso. Si empiezas a negarte, a dejarte desaparecer en la Persona de Jesús de Nazareth, no te arrepentirás. ¡Lúchalo, porque merece la pena!

¿Cómo? Esto sí es más sencillo. Puedes comenzar por no beber agua siempre que tienes sed; comer un poquito menos de lo que te gustaría -no repitiendo, por ejemplo, del maravilloso segundo plato que ha preparado para ti-; o, simplemente, rezando por aquella persona que carga contra ti, aunque lo haga con todas sus fuerzas.

Segundo pez: El mandamiento nuevo

“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Así como Yo os he amado, amaos vosotros los unos a los otros”, dice el Señor. Así lo hace en el evangelio según san Juan 13, 34. ¿Se te ocurre alguna manera mejor para vivir esta enseñanza de Jesucristo que el mero hecho de compartir cada día lo que podamos, con el hermano?
Estos son mis cinco panes y dos peces para aprender a compartir. ¿Cuáles son los tuyos?

Te puede interesar: El camino compartido ¿Cómo compartir el evangelio con un amigo católico?

Deja un comentario